martes, 3 de agosto de 2010

EN EL AMOR


Puesto que al parecer la fidelidad es un mito, compartir sexualmente a nuestra pareja con otros parece haberse erigido como una de las soluciones más factibles a la hora de garantizar el éxito de las relaciones. ¿Pero realmente estamos preparados para ello?

Continuando con el tema de la semana pasada, que al parecer levantó bastantes opiniones encontradas, abordo esta vez el escabroso asunto de las parejas abiertas, muchas veces confundido con la poligamia y con la infidelidad (si bien puede hablarse de conceptos conectados, en la práctica no tienen nada que ver).

Para aclararnos un poco, en los modelos imperantes de pareja abierta técnicamente no existe infidelidad. Bajo unas reglas más o menos consensuadas los dos miembros de la pareja acceden a mantener relaciones sexuales con otras personas. No hay engaño, por lo tanto, sino que nos referimos una conducta pactada. Tampoco puede hablarse de poligamia, puesto que no se trata de tener varias relaciones paralelas, sino de varias parejas sexuales secundarias en torno a una principal que si bien no ostenta la exclusividad sexual, sí la afectiva. De hecho, uno de los requisitos más comunes a la hora de establecer parejas abiertas es aquel de no pasar más de una noche con la misma persona.

Las relaciones abiertas se llevan y mucho, y buena prueba de ello es que el mismísimo Facebook decidiera incluirlo en el abanico de sus estados de pareja. Resulta que los habitantes de la era moderna piensan que la mejor manera de mantener una relación amorosa es pasarse eso de la fidelidad por el forro ...., reconocer que ser fiel es imposible. Como dice un amigo mío: "no puedo concebir contemplar la misma poronga durante toda mi vida". Y esto no es del todo descabellado: el adulterio y la infidelidad siempre han existido, no sólo entre los humanos sino en varias especies animales.

Las relaciones abiertas no son más que un subproducto del miedo y de la dependencia, en las cuales Fulano le propone a Mengano practicar el amor libre; y como Mengano está enamorado hasta las trancas de Fulano y teme perderlo, accede a regañadientes. Así, mientras Fulano mantiene relaciones sexuales conjuntas hasta con su mejor amigo, Mengano se queda en casa tejiendo, pensando en si sería capaz también de acostarse él con otro para disfrutar de esa libertad sexual que no ha pedido pero le ha sido concecida por obra y gracia del espíritu inquieto y que, en realidad, cambiaría con los ojos cerrados por una relación de pareja fiel de las de toda la vida. No son pocos los que optan por el modelo de pareja abierta debido al hecho de que no pueden conseguir que las personas de las que están enamoradas les sean fieles por completo. Lo cual no quiere decir, necesariamente, que estén de acuerdo con la pluralidad sexual de sus novios, sólo que prefieren resignarse y admitirla como válida.

Que yo no estoy diciendo que las parejas abiertas estén abocadas al fracaso. Desde luego que no. Pero tampoco nos confundamos: en una pareja y en una ruptura influyen multitud de factores. Del mismo modo que el hecho de tener una relación de fidelidad no garantiza que la pareja funcione, el hecho de que una pareja sea abierta tampoco le garantiza mayor éxito ni mayor longevidad. Y esto lo digo porque mucha gente defiende el discurso liberal de que únicamente los modelos de relación abierta son los prósperos, que los tradicionales modelos de pareja cerrada son “antinaturales”, “represivos”, “hipócritas” y no llevan a ningún sitio, y asumen que mantener una relación de pareja cerrada y completamente fiel es imposible. Parece que si tienes una relación abierta, automáticamente tus problemas de pareja desaparecen y pasas a vivir en el "mundo perfecto".

Hay culturas en las que las relaciones de pareja no exigen la fidelidad total de sus miembros: la infidelidad esporádica se encuentra regulada socialmente y es aceptada. Por tanto, es posible que el ser humano mantenga relaciones de pareja abiertas con éxito. Pero es preciso no perder de vista que nosotros no vivimos en otra cultura, sino en ésta. Y en esta cultura se nos ha enseñado que la fidelidad es un elemento, sino imprescindible, muy importante para que las relaciones funcionen como es debido; valoramos muchísimo que una persona nos conceda el don de la especialidad y de la exclusividad. Puede que las relaciones cerradas constriñan a las personas y las obliguen a sublimar sus pulsiones sexuales e incluso es probable que esto afecte negativamente al curso de la relación. Pero las relaciones abiertas, por lo general y dado que no se construyen sobre parámetros adecuados, contribuyen a fomentar las inseguridades en sus cónyuges, pueden generar remordimientos, problemas y rencillas y en muchos casos se convierten en competiciones en las cuales los cónyuges juegan a comprobar con cuántos tipos pueden encamarse con el fin de establecer una jerarquía.

Para que quede claro, insisto, con todo esto no estoy afirmando que las parejas abiertas no puedan funcionar. No. Pero para su correcto funcionamiento necesitan de una serie de condiciones que no creo que las personas de estas sociedades podamos llegar a cumplir. La educación que hemos recibido, los conceptos de amor romántico, la sempiterna necesidad que tenemos de sentirnos especiales, el hecho de que, erróneamente, nuestra autoestima depende de otras personas y muy concretamente de nuestra pareja, la dependencia o la necesidad de aprobación (características todas ellas muy comunes) hacen que la pareja abierta se constituya como una opción muy lejana, casi utópica. Los planteamientos que un tipo de relación así exige no se dan en nosotros con tanta frecuencia como nos gusta pensar (o sea, que por mucho que le pese a quien le pese, repito aquello de que un buen número de individuos, que no todos, insisto, se las dan de liberales cuando en realidad no lo son). Somos seres sociales y nuestra cultura y ámbitos de socialización han alcanzado una importancia que supera a nuestra biología pura. La naturaleza social es en nosotros tan importante como la animal.

En definitiva, creo que es posible que los modelos de pareja abierta funcionen. Pero también creo que muy pocos de nosotros estamos realmente preparados para aceptar con total entereza las reglas de ese juego.

Carlos G. García

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