martes, 20 de julio de 2010

¿Barbies y Kens transexuales?


¡Si, no leyó mal! En la exposición fotográfica “InVisibles: Naturalezas transgresoras” se presentan fotografías de Manuel Antonio Velandia Mora que muestran unos juguetes dignos de la potmodernidad; unos juguetes que fueron “customizados” por Andrea Cano quien decidió fabricar unas muñecas transexuales, pues como afirma Velandia “incluso para los juguetes la diversidad es posible, incluyendo la sexual”.

La exposición presenta dos miradas sobre una misma realidad, por un lado exhibe fotografías de elementos de la naturaleza no humana, en las que en algunos momentos se intuye cierta semejanza con contenidos sexuales, porque la sexualidad suele verse donde no existe y por otra parte explicita las opciones trans, justo allí donde nadie las desea –en muñecas y muñecos-, tal y como les viene sucediendo a lo largo de la historia a esos seres humanos que han decidido transitar hacia la plena existencia de sí mismos/as.

En las fotografías e instalaciones se observan cuerpos masculinos y femeninos desnudos de muñecas, entre ellos Barbies, Kents que a diferencia de los que se distribuyen comercialmente nos dejan ver sus genitales.

Estas fotografías e imágenes de “Barbies”customizadas serán una amenaza para la sociedad. Muy seguramente una de estas muñecas transexuales nunca estará en el estante de una tienda de muñecos, como tampoco nunca suelen estarlo muñecos cuyos genitales se muestren con la inocencia con que se visualiza el cuerpo desnudo de cualquier bebé.

Las Barbies® transexuales no dejan de ser una “amenaza” para la sociedad, quizás no habría muchos padres de familia dispuestos a regalarlas a sus hijos pequeños, pero sí a regalarles a la perversa Barbie® “normal” (si es que puede llamarse normal a una chica de cuerpo imposible y con una realidad marcadamente irreal), esa que quiere trabajar en trabajos típicos de mujeres y llevar vida de millonaria a pesar de las mujeres reales suelen ganar un salario mucho más bajo que el de los hombres; esa Barbie® que en medio del glamour siempre termina siendo ama de casa; esa chica que nunca será trabajadora sexual tal y como les ha tocado ser a la gran mayoría de las trans latinoamericanas, africanas, asiáticas e incluso europeas, a quienes el estigma, la discriminación, la exclusión social y la suma de otros crímenes de odio de los que son víctimas las lleva a alejarse de la escuela y a encontrar en esta forma de producción su única alternativa de subsistencia.

Es importante cuestionarse en este momento no sólo la invisibilidad de las personas transexuales, como también la tendencia actual en la que las niñas y niños ya no desean esa Barbie® que actualmente se encuentra pagando por sus pecados estereotípicos sino una Bratz®, una de esas nuevas muñecas cuyas prendas, maquillajes y accesorios si parece el de algunas estereotipadas trabajadoras sexuales, esas que las niñas en sus juegos poner a bailar protagonizando un video de reggaetton y que no les parecen tan “aburridas” porque se acercan más a su sueño postmoderno consistente en ser, por lo menos, extra en un video de Daddy Yankee.

Las muñecas Barbie® transexuales, como dice Andrea, son esos juguetes que ella no pudo tener cuando de pequeña y siendo niño, soñaba con ser mujer y que ahora siendo adulta transitando a su verdadera esencia ha querido construir como un homenaje a todas aquellas transexuales explicitas u ocultas que se han autorizado a ser lo que realmente siempre quisieron ser.

En una de sus Instalaciones Andrea Cano rememora aquel famoso dibujo conocido como “El Hombre de Vitruvio” realizado por Leonardo Da Vinci en uno de sus diarios y que está acompañado de notas anatómicas. La instalación representa, como en el aquel famoso dibujo, una figura masculina desnuda inscrita en un círculo construida en pétalos de flores y enmarcado ya no por un cuadrado sino por una pantalla de televisión. En ella hay una triada de un mismo ser con el que representa el proceso de transición de un hombre que se ve a sí mismo en una masculinidad transitada y en una escena cotidiana en que una trans-Barbie® con tetas y pene se visualiza a sí misma como figura isométricamente perfecta gracias a su tratamiento hormonal.

Según Velandia “Hay seres que a la sociedad le gustaría negarles su existencia y por ello termina volviéndolos invisibles. Aquellos que no caben en el molde, suelen ser aislados, muchas veces contra su voluntad”. Para el artista “La sexualidad, aun cuando es una experiencia eminentemente humana, suele observarse en otras realidades de la naturaleza, verse representada en ciertas construcciones naturales o artifíciales construidas por el ser humano”.

Las muñecas pertenecen al mundo de la irrealidad, pero especialmente las Barbies®, perversas y sexuadas en sí mismas, pertenecen a ese mundo de la irrealidad aún más irreal, a esa cotidianidad plagada de cuerpos imposibles que olvida que otros cuerpos son posibles; que existen cuerpos normales y reales: cuerpos que transitan, cuerpos que desean transitar, cuerpos travestis, cuerpos transexuales, cuerpos intersexuales; cuerpos que se suelen negar, cuerpos que nos negamos a ver, cuerpos que se invisibilizan como una forma de negar la existencia a esos seres que nos son extraños, no porque lo sean sino porque nos negamos a aceptar la diversidad, la unicidad y la particularidad.

Muñecas y muñecos llevan consigo una comunicación no verbal, sensual y sexual en las que se representan a esas otras mujeres y esos otros hombres que son deseos frustrados impregnados de consumismo, en los que la belleza perfecta y el silencio absoluto nos permiten la mediación que en la realidad nos negamos o nos obligan a negar, entre lo interno y el contexto.

Afirma Velandia la exposición nos recuerda que “solemos ver falos, vulvas, anos, tetas, cuerpos allí donde no existen, allí donde los caprichos de la naturaleza o de las construcciones humanas nos permiten divagar, observar y gozar sin tener que referenciar a los seres reales, sin tener que dar explicaciones sobre nuestra propia existencia o la de los seres a los que amamos o a los que rechazamos, esta es una obra”, continúa diciendo Velandia, “que como ya lo decía Da Vinci, nos invita a repensar y repensarnos en el cotidiano pues hay que contemplar, hay que pensar… Quien piensa poco, se equivoca mucho”.

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