martes, 9 de agosto de 2011

En el armario fuera del trabajo ¿y dentro?

Hace unos días se firmó en la Casa Blanca el fin de la homófoba ‘Don’t Ask, Don’t Tell’ que obligaba a mantener silencio sobre su identidad sexual, a los militares del ejército estadounidense. De lo contrario, eran expulsados. Acaba de salir un estudio reciente en Estados Unidos que comenta que una tercera parte de LGBT reconocidos, se mantienen, sin embargo, dentro del armario en sus respectivos puestos de trabajo.  

Una cosa me ha traído la otra. Existen leyes federales y estatales que penalizan el acoso por razones de identidad sexual en el mundo laboral, pero lo que esas mismas leyes no pueden hacer tan efectivamente es evitar chismorreos, chistes, bromas o insultos más o menos explícitos/velados entre compañeros, que es una forma de acoso que aquellos que se mantienen armarizados dentro de sus empresas, intentan evitar.

Salir del armario, en casa, entre los amigos, en el trabajo, en la escuela, en el ámbito que sea, es exclusivamente una opción personal.
Nadie, individual o colectivamente puede forzar o insitirle de ningún modo a nadie, para hablar abiertamente de su identidad sexual. Todos tenemos nuestros motivos para hablar abiertamente de ello o para mantenerlo entre nuestras cuatro paredes. Que menos que mantener en privado nuestra privacidad en un mundo en el que todo Dios pretende saberlo todo sobre todos los demás.
Así que quien no quiera salir del armario en el trabajo porque así lo desea, lluvia de aplausos, pero… ¿cuántos de vosotros no lo hace, aún estándolo en vuestro ámbito privado por evitar un acoso ciertamente atormentador en ocasiones?
Se presenta entonces quizás la misma circunstancia que hace que otros no declaren su sexualidad en ningún otro ámbito, es decir, para no complicarse la vida. Yo soy de los que entienden que en la medida en que seas capaz de ser sincero con lo que sientes y vivas tu sexualidad plenamente en el plano genital y afectivo, algo que ¿hace falta decirlo?, ayuda a mantener el equilibrio físico emocional esencial para alcanzar nuestra felicidad, importa poco que cuentes que eres un hombre que ama a hombres o una mujer que pierde las faldas por las señoras. Sin embargo, abramos debate, ¿tenemos oblgación como miembros de un colectivo en ascenso abrir puertas donde desarrollamos habitualmente nuestra actividad laboral?
Es sabido que en ciertos ámbitos laborales, la salida de armario es prohibitiva por las consecuencias prácticas que trae, como el notorio caso de la Industria del Cine, por ejemplo, pero también en otros ámbitos laborales más permisivos donde la identidad sexual de las personas no sólo no perjudica sino que incluso podría favorecer su ascenso, muchas veces los gays se callan para evitar que algo que ha sido asumido por ellos naturalmente, se convierta en comidilla regular de compañeros de trabajo.
Tengo un amigo que es abiertamente gay. Donde trabaja no lo es. Soltero y muy atractivo, profesional motivador y constantemente motivado, ideal compañero y padre de sus hijos cuando corresponda, tiene un argumento que para él es suficiente peso para seguir como está: El acoso. Pero sorprendentemente no habla del acoso homófobo sino del acoso gay dentro del curro. Donde trabaja, una camarilla gay disfruta con lanzas, a veces indoloras, pero en ocasiones dañinas, entre ellos y hacia aquellos que aún no siendo gays o siéndolo pero no oficializándolo, son objeto de tiro de dardos. El acoso es el mismo, el acosador, decididamente inesperado y, en cierto modo, doblemente protegido por su condición de marica en cuadrilla. Otra historia y otro motivo.
Anderson Cooper, el célebre reportero de la CNN no esconde su sexualidad. Comparte desde hace años su corazón con Ben Maisani, con quien hace de hecho vida marital y junto al que se le puede ver acompañado en fiestas y eventos no esquivos en absoluto a los flashes de la prensa. Sin embargo, nunca ha hecho una declaración pública sobre su orientación sexual. El motivo, según sus propias palabras:
Entiendo por qué la gente podría estar interesada, pero sencillamente yo no hablo sobre mi vida privada. Es una decisión que tomé hace mucho tiempo, incluso antes de saber que nadie podría tener interés en mi vida privada. Todo sobre ser reportero es acerca de suponer que eres un observador capaz de adaptarse a cualquier grupo y no quiero hacer nada que amenace eso‘.
Sea acertado o equivocado el criterio de Cooper, o el de los que se quedan dentro por algún motivo o aquellos que no se esconden bajo ninguna excusa, ¿qué pensáis vosotros de todo ello?, o quizás, ¿somos nadie ninguno de nosotros para inclinar la balanza ajena frente al libre albedrío de cada individuo como para opinar tan siquiera sobre ello?

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