viernes, 22 de octubre de 2010


Decidir cuál es el apropiado para cada comida no es tarea sencilla, por eso los mejores sommeliers del mundo te dicen cómo
 
Tu familia requiere un buen vino en la mesa y las fechas navideñas son momento de hacerte a ti y a los tuyos un homenaje y comprar ese vino que han querido degustar desde hace tiempo. Los blancos, los espumosos y los dulces son buenas opciones, pero debes tener en cuenta los alimentos que acompañarás y los gustos de quienes se sentarán a la mesa.
Botanas: Para el jamón, los quesos, las aceitunas, etcétera, son un excelente complemento los vinos rosados, los tintos y los amontillados como el Jerez y el Manzanilla.
Pastas: Los que mejor les quedan son los vinos rosados, los blancos jóvenes, aromáticos y frutales, con crianza, como un Macabeo, Sauvignon Blanc o un Verdejo, o también los tintos jóvenes o de crianza en barrica.
Carnes rojas: Un vino tinto bien elaborado, robusto, potente y con concentración, crianza o reserva de Rioja, Ribera del Duero, Priorato, Somontano, Penedès. Para una carne al horno o condimentada, un vino tinto con crianza en barrica prolongada, Tempranillo, Garnacha o Cabernet.
Aves: Puedes acompañarlas con diferentes tipos de vino, uno tinto no demasiado robusto pero con suficiente cuerpo y aroma frutal, es decir, un Tempranillo, Semicrianza, reserva de Cabernet Sauvignon o Merlot. También puedes elegir un vino blanco joven, con frescura, cuerpo, aromas cítricos y adecuada acidez, no fermentado en barrica, como un Chardonnay.
Pescados: No es indispensable un vino blanco, también queda muy bien uno tinto o uno rosado. Para los pescados de sabor fuerte, uno blanco fermentado en barrica como un Sauvignon Blanc o un Chardonnay.
Mariscos: El que mejor los complementa es un vino blanco joven como Albariño, Verdejo o Godello.
Postres: Los pasteles, dulces y postres se acompañan muy bien con los vinos blancos ligeros, como los Moscatos o Málaga, que son extraordinarios para disfrutar lo dulce.
Las copas: Dale a las copas la importancia que merecen, pues no son sólo cuestión de estética. Un mismo vino cambia su olor y su sabor dependiendo dónde se sirva. No se perciben de la misma manera los aromas y sabores si se toman en un vidrio grueso. Se trata de una pequeña sutileza, pero este detalle marca la diferencia entre un vino bueno y uno excepcional.

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