San Sebastian, Patrono de los Homosexuales
Nuestra cultura está impregnada de símbolos de todos los tipos. Estos
generalmente actúan de forma inconsciente y otras veces se establecen
más conscientemente. Uno de los iconos de la cultura gay es San Sebastián .
Es mártir y víctima de los valores morales de sus respectiva época. Fue consecuentes con sus ideas y despertaro la desazón de sus contemporáneos.San
Sebastián era soldado y atado a un poste murió por las flechas que le
lanzaban los arqueros de Mauritania. Su delito había sido el de no
maltratar a los cristianos condenados a tortura. La evolución de de San
Sebastián como icono gay tiene una larga historia. Su figura aparece en
miles de obras de arte. Ha sido inmortalizado por los más grandes
pintores −Tintoretto, Tiziano, Botticelli, El Greco…−. Ya en el siglo
XIX sus sensuales pinturas inspiraron un culto homosexual explícito. En la literatura, Tenesse Williams encontramos un poema, ‘San Sebastiano de Sodoma’, en el que narra el en unos cuantos versos explica su drama.
Tanto la historia de San Sebastián como su rol en la cultura gay más
moderna simbolizan el impulso de subversión. En muchas pinturas de San
Sebastián luce un rostro que expresa una mezcla de placer y dolor. Se
considera que esto ilustra el placer por ser coherente con sus
convicciones y el dolor de verse atacado por defenderlas
San Sebastián
era un soldado romano. Se desconoce su fecha de nacimiento, pero se sabe
que ingresó en el ejército el año 269 y fue ascendiendo en tiempo de
los emperadores Diocleciano y Maximiano hasta que le confiaron el mando
de la primera cohorte y fue agregado al cuarto militar del emperador.
Al
ingresar en el ejército era ya cristiano; pero tal como iba ascendiendo
tenía más libertad de movimiento, por lo que se empleó a fondo en
ayudar a los cristianos que eran perseguidos y finalmente sufrían el
martirio. Su valentía y generosidad le granjeó importantes conversiones,
pero también la ira de Diocleciano, que lo hizo ejecutar atándolo a un
árbol y haciéndolo asaetear por los arqueros de Mauritania. Hizo que
dejasen allí su cadáver para que fuese pasto de hienas y buitres. Pero
fue por la noche a recogerlo una piadosa viuda llamada Irene, para darle
sepultura; y resultó que todavía estaba vivo, por lo que se lo llevó a
su casa y le curó las heridas.
Una
vez repuesto, se presentó Sebastián ante el emperador en la grada del
templo de Heliogábalo. Éste, irritado, le hizo apalear hasta que
expirase y mandó tirar su cuerpo a la cloaca Máxima. Santa Lucina, una
piadosa matrona romana, recuperó el cuerpo en el Tíber y le dio
sepultura en las catacumbas. Sus reliquias fueron tenidas en gran
estima. La iconografía que lo representa es copiosísima, quizás porque
era uno de los pocos temas religiosos que permitían a los artistas
recrearse en un cuerpo desnudo. Su fiesta se celebra el 20 de enero.
La
combinación de su físico imponente desnudo, el simbolismo de las
flechas penetrando su cuerpo y la mirada de su cara de extasiado dolor
ha intrigado a los artistas heterosexuales y homosexuales durante
siglos, e inició el primer culto explícitamente gay en el siglo XIX.
Richard A. Kaye escribió que "los hombres gays contemporáneos han visto
inmediatamente en Sebastián un anuncio conmovedor del deseo homosexual
(de hecho, un ideal homoerótico) y un retrato prototípico de un caso en
el armario torturado."
Entre los siglos VII y XIV, Europa fue asolada varias veces por la peste. Las creencias populares afirmaban que así como San Sebastián había resistido ante las flechas, los humanos que a él se encomendaran soportarían los dardos del mal (su imagen obraba como un talismán para espantar la enfermedad). Entonces, era usual encontrar cuadros que lo representaban “como un hombre viejo, con cabellos y barbas grasosas, medio vestido y con el cuerpo traspasado de tantas flechas que parecía un erizo ”.
A partir del Renacimiento, siglos XV y XVI, se advierte cierta liberalidad en las artes, lo que desata que en el siglo XVII, durante el Barroco, al mártir se le represente en actitudes demasiado sensuales.
Desde el Renacimiento, los artistas retrataron a San Sebastián como un joven, casi desnudo, atado a un árbol o columna, perforado por flechas, con su rostro sufriente o consumido en un éxtasis religioso. Según el historiador de arte Richard E. Spear, la leyenda de San Sebastián dio a los artistas una escasa oportunidad de pintar el cuerpo masculino en un momento en que el desnudo femenino predominaba en el mundo del arte .
La posteridad habría de olvidar cómo el Santo fue arrojado a una alcantarilla y enaltecería su acto de valor superviviente, para gusto de todos: “Tan buena fue la elección de la Iglesia que por su sola potencia la imagen elegida se les volvió en contra: llegó a cargarse de tal voluptuosidad que los líderes de la Contrarreforma, a comienzos del siglo XVI, decretaron que las pinturas de San Sebastián debían suavizarse para no agitar los deseos pecaminosos de las monjas” .
La fascinación pictórica hacia los mártires obedeció a la ambigüedad en que se confunden los gestos de dolor y placer, alguien que perecía violentamente por amor a Jesucristo entregaba el alma en un estado de éxtasis, unión mística con lo divino, ademán que en lo visual podía coincidir con lo sensual, facilitando su erotización.
La imagen de San Sebastián habría de asociarse para la posteridad con el homoerotismo; el primero en estudiar esa relación fue el crítico Georges Eekhond hacia 1909 .
¿Qué interpretación ha llevado a que de la representación de un santo tormento se extraiga al adalid de aquellos hombres que con hombres se aman? “El guiño erótico a las flechas que lo penetran, su cabeza echada hacia atrás, su boca entreabierta –mezcla de gemido de dolor y placer–, su mirada hacia el cielo, tentadora, como invitando a probar el hilito de sangre que desde la ingle recorre su pierna. Todo traduce la imagen de un hombre embriagado en el placer de su martirio” .
Entre los siglos VII y XIV, Europa fue asolada varias veces por la peste. Las creencias populares afirmaban que así como San Sebastián había resistido ante las flechas, los humanos que a él se encomendaran soportarían los dardos del mal (su imagen obraba como un talismán para espantar la enfermedad). Entonces, era usual encontrar cuadros que lo representaban “como un hombre viejo, con cabellos y barbas grasosas, medio vestido y con el cuerpo traspasado de tantas flechas que parecía un erizo ”.
A partir del Renacimiento, siglos XV y XVI, se advierte cierta liberalidad en las artes, lo que desata que en el siglo XVII, durante el Barroco, al mártir se le represente en actitudes demasiado sensuales.
Desde el Renacimiento, los artistas retrataron a San Sebastián como un joven, casi desnudo, atado a un árbol o columna, perforado por flechas, con su rostro sufriente o consumido en un éxtasis religioso. Según el historiador de arte Richard E. Spear, la leyenda de San Sebastián dio a los artistas una escasa oportunidad de pintar el cuerpo masculino en un momento en que el desnudo femenino predominaba en el mundo del arte .
La posteridad habría de olvidar cómo el Santo fue arrojado a una alcantarilla y enaltecería su acto de valor superviviente, para gusto de todos: “Tan buena fue la elección de la Iglesia que por su sola potencia la imagen elegida se les volvió en contra: llegó a cargarse de tal voluptuosidad que los líderes de la Contrarreforma, a comienzos del siglo XVI, decretaron que las pinturas de San Sebastián debían suavizarse para no agitar los deseos pecaminosos de las monjas” .
La fascinación pictórica hacia los mártires obedeció a la ambigüedad en que se confunden los gestos de dolor y placer, alguien que perecía violentamente por amor a Jesucristo entregaba el alma en un estado de éxtasis, unión mística con lo divino, ademán que en lo visual podía coincidir con lo sensual, facilitando su erotización.
La imagen de San Sebastián habría de asociarse para la posteridad con el homoerotismo; el primero en estudiar esa relación fue el crítico Georges Eekhond hacia 1909 .
¿Qué interpretación ha llevado a que de la representación de un santo tormento se extraiga al adalid de aquellos hombres que con hombres se aman? “El guiño erótico a las flechas que lo penetran, su cabeza echada hacia atrás, su boca entreabierta –mezcla de gemido de dolor y placer–, su mirada hacia el cielo, tentadora, como invitando a probar el hilito de sangre que desde la ingle recorre su pierna. Todo traduce la imagen de un hombre embriagado en el placer de su martirio” .
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