PARA MUCHOS GAYS Y LESBIANAS MAYOR DE EDAD, EL AISLAMIENTO ES UN PROBLEMA.
Por Manuel A. Eskildsen
The New York Times Syndicate
Mucho tiempo después de que había pedido a los paramédicos que suspendieran las compresiones del pecho, me sentía más abatido y frustrado por la muerte de este paciente que por casi cualquier otra que hubiera experimentado como médico.
Seguro, practicar la reanimación cardiopulmonar después de un paro cardiorespiratorio en un hombre frágil de casi 100 años probablemente fuera un ejercicio inútil. Y, en retrospectiva, deberíamos haber sido más agresivos en el asilo acerca de sugerirle que cambiara su estatus de ''intento completo de reanimación’" a ''no resucitar’'. Pero esa no era la razón principal por la cual la muerte de este hombre seguía inquietándome.
Mi paciente era gay, y como geriatra gay había sentido una conexión con él diferente a la que había tenido con mis otros pacientes. Nunca discutimos directamente su sexualidad; inicialmente, sólo supe que había sido soltero toda la vida y era un profesor de historia retirado que había impartido clases por muchos años en la Universidad Emory en Atlanta.
Con el tiempo, conforme fue bajando la guardia, me enteré de que lo que consideraba la obra de su vida y su verdadero amor era la restauración de la granja histórica que poseía en la zona rural de Georgia, donde tenía un jardín enorme que era su motivo de orgullo y alegría. Eventualmente, este veterano de la Segunda Guerra Mundial me contó de sus años de posguerra como estudiante de posgrado en Chicago, donde forjó estrechas relaciones con algunos otros hombres.
Nunca tuvo una relación de largo plazo y vivió solo por años. En los pocos meses en que vivió en nuestra instalación, el único familiar con el que hablé fue una sobrina que vivía fuera del estado.
Lo que me molestaba más era este hombre amable, erudito y generoso hubiera muerto solo.
Como geriatra, he llegado a aprender un poco sobre los temores de la gente acerca del envejecimiento y la muerte. Lo veo más a menudo en los familiares de mis pacientes, pero pienso que existe en todos nosotros en cierto grado. Los médicos también lo sentimos. Esta incomodidad quizá sea una de las razones por las cuales el número de geriatras está disminuyendo aun cuando hay una reconocida necesidad de más proveedores que sean competentes en el cuidado de los adultos mayores.
Creciendo con la sospecha de que era gay, uno de mis mayores temores era terminar solo. Cuando les di la noticia a mis padres, el único aspecto sobre ser gay que más preocupó a mi madre fue la dura soledad que pensaba yo enfrentaría como un hombre gay en el mundo. La vida tenía otros planes para mí, sin embargo. Ahora tengo un esposo y dos hermosos hijos pequeños, y en una casa bulliciosa como la mía, encontrar algo de tiempo para estar solo es más a menudo una bendición que una maldición.
Quizá mi fuerte conexión con este paciente se relacionaba con la culpa que yo sentía por la relativa fortuna de mi generación al tener la libertad de revelarnos como homosexuales y ser honestos sobre nuestras vidas, y la capacidad de llevarlas a su máximo potencial. Los hombres gays en el grupo de edad de mi paciente en gran medida no tuvieron este lujo.
Sabemos ahora que las personas gays, lesbianas, bisexuales y transgénero de mayor edad tienen más probabilidad de estar aislados socialmente que sus coetáneos heterosexuales. Tienden a no tener hijos y quizá estén alejados de la familia, y a menudo viven con el estigma perdurable que conllevaba no ser heterosexual en generaciones pasadas.
La conectividad y una sensación de comunidad son necesidades humanas vitales que, si acaso, se vuelven más importantes conforme envejecemos. Pero en virtud de su frecuente aislamiento social, muchas personas gay de mayor edad quizá tengan más probabilidad en sus últimos años de tener poco acceso a las redes sociales que son factores importantes en un envejecimiento exitoso. Por ello, en cierta forma, ser viejo y gay puede concentrar los mayores temores que muchos de nosotros tenemos sobre el envejecimiento: que nadie nos cuide y que muramos solos.
¿Qué pueden hacer para ayudar los proveedores de atención médica? La tarea es complicada por el hecho de que estos hombres y mujeres quizá sean casi invisibles para nosotros. Incluso las personas que se dieron a conocer como homosexuales quizá se encuentren regresando al closet cuando se ven forzados a trasladarse a instalaciones de asistencia o asilos. Los proveedores de atención médica deben recordar que sólo porque un paciente es viejo, él o ella no es necesariamente heterosexual.
Con ese conocimiento en mente, podemos ser más respetuosos de la diversidad de las relaciones que todos nuestros pacientes, gays y heterosexuales, valoran profundamente.
Sé que mi paciente vivió una vida rica y provechosa, y no me pareció que estuviera angustiado o arrepentido en sus últimos días. Pero la historia de cómo vivió su sexualidad no es inusual para hombres de su generación. Conforme mi práctica evolucione, mi esperanza es conocer a más pacientes gays, lesbianas, bisexuales y transgénero que puedan elegir las relaciones que quieran y que se sientan cómodos compartiendo sus vidas conmigo como su médico.
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